lunes, 13 de junio de 2011

ESPAÑA

Anarquía, un presente continuo


Hace 75 años, el pueblo español no solo demostró, tras la intentona golpista de aquel general que se hizo llamar “Caudillo de España por la Gracia de Dios”, su capacidad para resistir la primera embestida de los militares. En aquel momento, cuando casi todas las instituciones del Estado se habían derrumbado como un castillo de naipes, también demostró su capacidad para construir un nuevo modelo de relaciones económicas, productivas y sociales.
El pueblo enseñó al mundo cómo era capaz de organizarse de forma autónoma e independiente, libre de las limitaciones y corsés de los modelos estatistas o capitalistas. Y lo hizo con esa explosión de energía, creatividad, imaginación y solidaridad que siempre sale a relucir cuando se le deja actuar libre y sin coacciones.
Pero este talento para darse a sí mismo nuevas formas de organización y de vida no sale de la nada. Fue el producto de una larga formación a lo largo de luchas, huelgas y debates, de una larga preparación a través de sindicatos, círculos y ateneos obreros, de escuelas racionalistas y neutras, de agrupaciones excursionistas y naturistas, etc.
Las colectividades quizá sean (hasta ahora) la mayor experiencia de autoorganización popular que se haya dado en la historia. El anarquismo fue el motor ideológico de dichas transformaciones, y lo fue por su idea intrínseca de que solo desde la libertad, la autonomía personal y la independencia económica se puede construir una sociedad justa, libre y solidaria en donde desaparezcan las desigualdades de todo tipo que esclavizan al individuo.
El anarquismo parte de la idea de que solo es posible conseguir una sociedad mejor y más justa si los individuos se relacionan y unen libremente. En consecuencia, los anarquistas pensamos que la libertad siempre está complementada por la del prójimo, no limitada por la de éste, ya que no se puede ser libre si no se es igual, y no es posible ser iguales si se está sometido a otro. Que el ejercicio de esta libertad se basa siempre en el mutuo respeto y ayuda. Lógicamente, se requiere entonces de una ética basada en la concordancia entre fines y medios; es decir: los fines nunca justifican los medios y no se pueden separar...

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