viernes, 20 de enero de 2012

ECUADOR

Trasnacionales: un muy oscuro día de justicia en el Amazonas

El límite de la selva de Lago Agrio está en el noreste de Ecuador, donde las altas montañas que trae la serrada cordillera de los Andes terminan hundiéndose en las pantanosas tierras bajas de la cuenca del Amazonas. Los ecuatorianos le llaman la región de Oriente. Durante siglos, estos bosques tropicales fueron habitados sólo por tribus aborígenes. Pero, en 1967, equipos de perforación de Texaco descubrieron que a más de tres mil metros debajo del suelo de la jungla había abundantes reservas de crudo. Durante 23 años, un consorcio de compañías liderado por Texaco perforó pozos en la Amazonia ecuatoriana. Al comienzo, la jungla era tan impenetrable que el consorcio tuvo que trasladar sus equipos en helicópero. Pero obreros abrieron senderos con machetes y, finalmente, Texaco pavimentó caminos y construyó un aeropuerto.

Hoy, Lago Agrio luce escuálido. Los edificios se ven amontonados, como si nadie hubiera creído que el boom llegaría a su fin. Perros callejeros vagan por calles polvorientas y un delgado oleoducto serpentea a través de cada camino principal, elevado sobre pilotes, a la altura de una cintura, como una baranda sin fin. La frontera con Colombia queda a más de 15 kilómetros al norte y los traficantes de droga y paramilitares han infestado el Oriente, al igual que asesinos a sueldo que postean avisos online con tarifas tan bajas como veinte dólares. En 2010, en apenas un mes, los cuerpos de treinta víctimas asesinadas fueron hallados a lo largo de la franja que bordea la frontera.

Un día, en febrero de 2011, un juez de Lago Agrio que presidía una desnuda corte de concreto en un mal en las afueras de la ciudad emitió un dictamen que resonó bastante más allá del Amazonas. Desde 1993, un grupo de ecuatorianos habían estado librando, aparentemente sin éxito, una batalla legal para responsabilizar a Texaco por la destrucción ambiental del Oriente. Durante las décadas en que Texaco operó aquí, sostuvo la demanda, se volcaron 18 mil millones de galones de desechos tóxicos. Cuando la compañía dejó de operar en Ecuador, en 1992, supuestamente dejó abiertos cientos de pozos abiertos llenos de oscuros sedimentos contaminantes. El daño hecho por Texaco, sostenía la demanda, podía ser medido en muertes por cáncer, abortos, nacimientos de niños defectuosos, muerte de ganado, peces contaminados y varias tribus aborígenes casi extinguidas. El legado de Texaco en la región equivalía a un “Chernobyl de la jungla”.

Para cuando el juez, Nicolás Zambrano, emitió su fallo, el caso había llevado 18 años. Zambrano era el sexto magistrado encargado del caso en Ecuador. Un juez federal estadounidense de Nueva York había fallecido antes de poder pronunciarse. El litigio perduró incluso más que la propia Texaco: en 2001, la compañía fue absorbida por Chevron, que heredó la demanda. La disputa es considerada ahora una de las más desagradables batallas legales de las que se tenga memoria, un espectáculo casi tan horrible como la polución que lo provocó.

Chevron, que opera en más de un centenar de países, es la tercera corporación más grande de los Estados Unidos. Sus ganancias anuales, que a menudo alcanzan los 200 mil millones de dólares, es casi cuatro veces más que el producto bruto de Ecuador. Los demandantes, que se denominaron “los afectados”, incluían a aborígenes y pobladores sin instrucción de Oriente. Algunos de ellos, al comienzo, firmaron documentos del caso sólo con sus huellas dactilares. Fueron representados por una quebradiza coalición de abogados estadounidenses y ecuatorianos, la mayoría de los cuales trabajaba a cambio de honorarios ocasionales. Una demanda por daño ambiental contra una gran corporación puede parecerse a una guerra de desgaste, y en 1993 pocos observadores hubieran vaticinado que los demandantes podrían durar tanto como lo hicieron. Pero, el 4 de febrero de 2011, su persistencia tuvo recompensa. El juez Zambrano falló que Chevron era responsable por una vasta contaminación y ordenó el pago de 18 mil millones de dólares en daños, la indemnización más alta jamás otorgada en una demanda por daño ambiental...

http://www.elpuercoespin.com.ar/2012/01/10/trasnacionales-un-muy-oscuro-dia-de-justicia-en-el-amazonas-por-patrick-radden-keefe/

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