Un crimen que no puede quedar en la impunidad
Existen crímenes que por sus características no pueden tener ni perdón ni olvido y muchísimo menos, caer en la impunidad.
Es el crimen de la niña violada y asesinada, como asesinados fueron sus pequeños hermanitos, testigos de la brutal acción contra la pequeña. No pueden ser hombres, sino monstruos, los autores del martirio, la violación y el asesinato de los niños.
Lo que es peor es que el padre de los tres niños asesinados y quien hizo la denuncia de su tragedia está escondido, huyendo, ante el temor de que los victimarios de sus hijos puedan también convertirlo en víctima.
Ante la denuncia de don Álvaro Torres, padre de los niños muertos, no solamente no ha existido ninguna reacción de la sociedad; tampoco del Estado, que, impávido, ve al abatido padre muriendo de dolor, de abandono, de soledad y tragedia, en una humilde habitación en la capital del Arauca.
Bien dijo Martin Luther King: «No me preocupa tanto la gente mala, sino el espantoso silencio de la gente buena».
Sin vigilancia, sin protección, sin atención del Estado, los niños de la zona de Arauca donde ocurrió el asesinato abandonaron sus estudios, con razón. Víctimas todos del pánico que producen seres como los monstruos de Tame.
Hoy, el comando del Ejército retiró a los altos oficiales de la Brigada Móvil 5, que operaba en Arauca.
En un comunicado, el Comando del Ejército adopta la sanción «por fallas en el ejercicio del mando y control de tropas».
Está bien que se castigue la «falta de control», pero el país clama por otra cosa: el castigo a los autores materiales de la violación y el crimen.