Por: Grupo Antimilitarista Tortuga
¿Estado de bienestar, o revolución?
Algunos partidos políticos, organizaciones y sindicatos del estado español que dicen ser “de izquierda” aúnan en estos tiempos voces y esfuerzos para defender aquello que llaman “estado de bienestar”. Ello lo hacen en medio del aplauso de gran parte de la sociedad, la cual se entiende beneficiaria de dicho estado de bienestar y por ello partidaria de su pervivencia.
En Tortuga tenemos otra perspectiva.
Asociamos “estado de bienestar” a otros términos mucho menos halagüeños: “sociedad de consumo”, “primer mundo”, “Europa rica”… Tras la pertinente comprobación histórica, concluimos que en general esta forma política y social tal como la conocemos hoy no es tanto la conquista de las luchas del movimiento obrero como se afirma de forma exagerada, sino que obedece en mucho mayor medida a las necesidades e intereses de las instituciones estatales liberales y capitalistas, intereses que se agudizan sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial. Estas élites, en plena mundialización de la economía y de la guerra fría contra el comunismo, optaron por generar en determinadas zonas del planeta una cierta redistribución de la riqueza allí acumulada, parte de la cual se repartió entre amplias capas sociales en forma de servicios y subsidios, siempre administrados y dosificados por los aparatos estatales. Este tipo de políticas contaban ya con pequeños antecedentes desde principios del siglo XIX, pero fue en este momento, coincidiendo con la acuñación del término “estado de bienestar”, cuando se apostó fuertemente por ellas.
Con estas políticas las clases dominantes a nivel mundial obtuvieron durante toda la segunda mitad del siglo XX y casi hasta nuestros días, la desactivación de las luchas obreristas revolucionarias en el primer mundo, conjurando así la amenaza socialista. Dichas élites se rodearon de un amplio y cómodo colchón amortiguador de “ciudadanos” conformistas con el orden liberal establecido, beneficiarios de cierta capacidad adquisitiva o de consumo, acostumbrados a depender cada vez en mayor medida y para más cosas de la institución estatal y, en el mejor de los casos, partidarios sólo de cambios políticos y sociales de carácter superficial.
Este análisis se complementa con razones económicas, de tanta, y quizá incluso de mayor relevancia que las anteriores, que tienen que ver con la teoría del economista John Keynes: la redistribución de servicios y subsidios entre la población de nuestros países occidentales también pretendió en su día la implantación de fuertes mercados internos que sirvieran de motor al desarrollismo económico capitalista.
En el caso español es revelador que, a pesar de la existencia de numerosos hitos de legislación y política laboral y social que se veían dando desde principios del siglo XIX, de la mano, justamente, del desarrollo del aparato estatal liberal, la implantación de una parte fundamental del estado de bienestar tal como ha llegado a nuestros días (Seguridad Social entendida como asistencia sanitaria gratuita universal, sistema estatal de pensiones y coberturas de desempleo cercanas al salario bruto) se la debemos principalmente a la dictadura franquista, y en concreto a leyes como la de Desempleo (1961) o la de Bases de la Seguridad Social (1963), promulgadas en tiempos de escasa o nula conflictividad obrera pero de fuerte impulso estatal al desarrollismo industrial...
http://info.nodo50.org/No-nos-parece-bien-la-defensa-del.html
Asociamos “estado de bienestar” a otros términos mucho menos halagüeños: “sociedad de consumo”, “primer mundo”, “Europa rica”… Tras la pertinente comprobación histórica, concluimos que en general esta forma política y social tal como la conocemos hoy no es tanto la conquista de las luchas del movimiento obrero como se afirma de forma exagerada, sino que obedece en mucho mayor medida a las necesidades e intereses de las instituciones estatales liberales y capitalistas, intereses que se agudizan sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial. Estas élites, en plena mundialización de la economía y de la guerra fría contra el comunismo, optaron por generar en determinadas zonas del planeta una cierta redistribución de la riqueza allí acumulada, parte de la cual se repartió entre amplias capas sociales en forma de servicios y subsidios, siempre administrados y dosificados por los aparatos estatales. Este tipo de políticas contaban ya con pequeños antecedentes desde principios del siglo XIX, pero fue en este momento, coincidiendo con la acuñación del término “estado de bienestar”, cuando se apostó fuertemente por ellas.
Con estas políticas las clases dominantes a nivel mundial obtuvieron durante toda la segunda mitad del siglo XX y casi hasta nuestros días, la desactivación de las luchas obreristas revolucionarias en el primer mundo, conjurando así la amenaza socialista. Dichas élites se rodearon de un amplio y cómodo colchón amortiguador de “ciudadanos” conformistas con el orden liberal establecido, beneficiarios de cierta capacidad adquisitiva o de consumo, acostumbrados a depender cada vez en mayor medida y para más cosas de la institución estatal y, en el mejor de los casos, partidarios sólo de cambios políticos y sociales de carácter superficial.
Este análisis se complementa con razones económicas, de tanta, y quizá incluso de mayor relevancia que las anteriores, que tienen que ver con la teoría del economista John Keynes: la redistribución de servicios y subsidios entre la población de nuestros países occidentales también pretendió en su día la implantación de fuertes mercados internos que sirvieran de motor al desarrollismo económico capitalista.
En el caso español es revelador que, a pesar de la existencia de numerosos hitos de legislación y política laboral y social que se veían dando desde principios del siglo XIX, de la mano, justamente, del desarrollo del aparato estatal liberal, la implantación de una parte fundamental del estado de bienestar tal como ha llegado a nuestros días (Seguridad Social entendida como asistencia sanitaria gratuita universal, sistema estatal de pensiones y coberturas de desempleo cercanas al salario bruto) se la debemos principalmente a la dictadura franquista, y en concreto a leyes como la de Desempleo (1961) o la de Bases de la Seguridad Social (1963), promulgadas en tiempos de escasa o nula conflictividad obrera pero de fuerte impulso estatal al desarrollismo industrial...
http://info.nodo50.org/No-nos-parece-bien-la-defensa-del.html