La sequía que amenaza a más de diez millones de vidas en el Cuerno de África se ha hecho mucho más letal por el uso por EE.UU. y Etiopia de los alimentos como arma de guerra. Los estadounidenses impusieron el año pasado el colapso de la cooperación entre las agencias de ayuda y los combatientes Shahab de la resistencia en Somalia. Y Etiopia, en el centro de la sequía, prácticamente ha cerrado su rebelde región Ogaden a los observadores extranjeros y a los proveedores de ayuda, incluida la Cruz Roja Internacional, con el fin de ocultar su brutal castigo colectivo a los somalíes étnicos.
“El gobierno etíope ha impedido que la Cruz Roja Internacional y a otras agencias de ayuda realicen trabajo de ayuda en la región”.
Por lo menos 10 millones de personas están en peligro de morir de hambre en Kenia, Yibuti, Etiopia y Somalia, por las peores condiciones de sequía en 60 años. Esto debe considerarse una realidad. Pero cuando se trata de a quién hay que culpar de que la ayuda no esté a disposición de las víctimas, no hay que creer una palabra de lo que dice el gobierno de EE.UU. Washington no sólo es la mayor fuente de violencia del mundo, es también el mayor mentiroso del planeta, y ninguna de sus palabras se puede aceptar tal cual.
Los estadounidenses afirman que los combatientes islamistas de Shahab han empeorado la crisis de la sequía al impedir que las agencias internacionales de ayuda distribuyan ayuda alimentaria. Pero recién el año pasado, en febrero de 2010, el New York Times publicó un titular: “Funcionarios de la ONU atacan a EE.UU. por retener la ayuda para Somalia [8]”. Exploramos esa información [9] en Black Agenda Report. Entonces, los funcionarios de las Naciones Unidas acusaron a EE.UU. de imponer condiciones que “imposibilitaban” la entrega de decenas de millones en ayuda alimentaria a los somalíes hambrientos. Los estadounidenses se negaron a permitir que alimentos fueran transferidos de los almacenes de Kenia, afirmando que enriquecería los cofres de Shahab, que controlaban cerca de la mitad de Somalia. EE.UU. finalmente dejó pasar parte de los alimentos, pero solo bajo la condición de que los trabajadores de la ayuda no pagaran ningún arancel en los puntos de control de Shahab en el país. Los trabajadores sobre el terreno dijeron que obedecer órdenes de EE.UU. los haría “aparecer cómo espías”. Al parecer, tenían razón.
Fue un caso evidente de que EE.UU. utilizaba los alimentos como arma de guerra, hambreando a la gente de Somalia para destruir la base social de la resistencia al régimen testaferro del país. Sabemos que la relación entre Shahab y las agencias de ayuda internacional se rompió en ese momento, de modo que se podría concluir que Washington tuvo éxito en su misión. La gente que muere de hambre está pagando el precio...
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