La relación es directa: menos cobertura vegetal es igual a más vulnerabilidad por fenómenos invernales como el actual. En ese sentido, la prevención ha sido casi nula en nuestro país.
Orlando Rangel, experto en el tema de biodiversidad y conservación del Instituto de Ciencias Naturales de la UN, asegura que es tal el grado de deforestación que vive el país que en regiones como el Magdalena Medio la cobertura vegetal ya retrocedió hasta el 50% en relación con la distribución original, esto en tan solo en 25 años.
En el país, la pérdida de capa vegetal está cercana al 35%, principalmente en las regiones Andina y Caribe, donde se hallan las mayores concentraciones humanas. Según Rangel, se calcula que la deforestación al año, solo en el Magdalena Medio, es de 82 mil hectáreas. Esto se debe, dice, a que Colombia es un país que consume mucha madera (unos cuatro millones de metros cúbico al año). Asimismo, destaca que solo el 20% de esa madera proviene de plantaciones forestales.
“Si consideramos otros tres puntos geográficos en Colombia, como el Chocó, los Andes y la Orinoquia, tendríamos 240.000 hectáreas anuales que se incorporan a la producción agropecuaria. A esto se deben sumar 130.000 hectáreas anuales de bosque nativo para el consumo de madera y 30.000 hectáreas que se dedican a los cultivos ilícitos, cuyo estimativo oscila entre 400.000 y 450.000 hectáreas de cobertura natural que se pierde cada año en Colombia”, afirma el profesor Rangel.
Por otro lado, asegura, Colombia es un país privilegiado en recursos hídricos debido a su ubicación geográfica entre dos océanos, lo que permite contar con una atmósfera que nos provee de agua en grandes cantidades.
“Esa es una situación que siempre ha sido así. La actual temporada invernal se ha repetido en el pasado, muchas veces. Lo que pasa es que no tenemos registros pluviales históricos que nos permitan hacer valoraciones y comparaciones, mucho menos tomar medidas de mitigación, ha faltado institucionalidad en ese sentido”, resalta el profesor Rangel.
Es como si camináramos a ciegas hacia el futuro; al no conocer los fenómenos meteorológicos del pasado se hace muy difícil prever lo que vendrá en próximos años. Sin embargo, enfatiza Rangel, la academia puede entregar argumentos lo suficientemente sustentados y validados para paliar buena parte de los efectos del clima en una época en que la cobertura vegetal no es la misma de décadas atrás.
“Si fuéramos conscientes de nuestra situación tan excepcional como país, podríamos adoptar ciertas medidas de prevención para mitigar el impacto, porque este tipo de inviernos no será el último, vendrán muchos más. En el país se deben adoptar medidas fuertes para evitar la creciente pérdida de cobertura vegetal, porque en mi opinión ese es uno de los mayores problemas que tiene el país”, indicó el profesor.
También explica que la deforestación ha hecho de este invierno una tragedia debido a que no se le está permitiendo al agua tener los ciclos normales de circulación y recarga. Como nos lo enseñan desde los primeros años de colegio, el agua se evapora, asciende para recargar las nubes y luego una buena parte se precipita.
Parte del líquido que cae es utilizado por la vegetación, otra parte entra a las correntías del subsuelo y otra retorna al mar o a los sitios de captación natural.
“Cuando la capa vegetal es retirada no hay nada que permita amortiguar los excesos de agua y por eso la tierra se satura, no hay barreras naturales de protección. Esa sobrecarga de agua es la que produce los movimientos en masa”, detalla Orlando Rangel.
Es por eso que las escenas de carreteras taponadas se repiten a lo largo y ancho de la Región Andina del país, donde ha sido borrado del mapa cerca del 60% de los bosques que ayudaban a “amarrar” la tierra.
El mensaje del profesor Rangel es directo: las instituciones oficiales no deben ver a la academia como un rival sino como un aliado para buscar soluciones ante fenómenos como la deforestación y el cambio climático.
Sin un sector estatal con criterios técnicos y científicos de calidad, sustentados en investigaciones y proyecciones de largo tiempo, el país seguirá improvisando en temas como el del invierno y lamentándose cada año.
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