El Congreso de los pueblos abre su ventana
De semilla a un arbusto. Criatura. A punto de una década, cuando esta iniciativa tuvo su primera presentación y titular, entre el 8-12 de octubre se instalará y sesionará, por primera vez en Colombia, con sede en Bogotá, el Congreso de los pueblos. Luego, vendrán sus demás sesiones correspondientes.
Con la idea, previsto como una iniciativa esencial, imprescindible, para facilitar la superación de la defensiva que por décadas caracteriza al movimiento social colombiano, y su dispersión no solo táctica, también estratégica: en sus objetivos de conducción y de unidad, convicción y plan de poder; el Congreso de los pueblos, encontró en el camino para abrir un paso como referencia de poder y de gobierno, grandes resistencias de parte de distintos actores sociales.
Las mayores resistencias provinieron de la indiferenciación o confusión que diferentes actores pusieron entre el contenido diferente de un acto y un proceso. Muchos, consideraron esta propuesta como un simple evento más. Similar, a muchos que cada año tienen lugar en distintas ciudades del país. Sin el impulso por parte de sus organizadores para propiciar que los actores de lo social avancen hacia un nuevo estadio organizativo, político y de acción común.
Con cierta tradición, otros actores identificaron al Congreso de los pueblos como la propuesta a través de la cual un punto de vista, una organización, podía o pretendía hegemonizar a las demás. Desde su prevención consuetudinaria negaban, no podían aceptar que el Congreso de los pueblos, tiene métodos y pasos para legitimarse y erigirse en alternativa colectiva nacional, los cuales exigen desarrollar una iniciativa, un espacio y una dinámica que involucre por igual a todos sus impulsores, sin cerrar puertas a ninguna organización que en algún momento quiera impulsarlo, construirlo o fortalecerlo.
Y… unos actores más, no decidieron sumar ni compartir su esfuerzo en una contrucción entre iguales, porque continuan considerándose más fuertes que cualquiera de las organizaciones que hasta hoy impulsan el Congreso de los Pueblos. Desde su visión hegemonista, sin superar, persisten en no leer que en Colombia es imposible que una sola organización alternativa se imponga sobre el conjunto. Pero además, no perciben que la superación de la actual situación exige izar alternativas viables para el conjunto de la sociedad, y no para un solo sector de la misma.
Aunque aún en vísperas de su instalación las visiones que conviven entre sus impulsores son dispares, y en algunos casos contradictorias, su sola citación y primera sesión abre un espacio de esperanza. De ilusión para el conjunto social y para el futuro mediato y de largo plazo del país. En efecto, el país reclama –para el paso a una situación cualitativamente diferente– un actor dinámico, colectivo, plural y cotidiano que, con aire de renovación, encare proyectos de cambio de corto, mediano y largo plazo. Un aire de que otro país es posible. Y que entre todos y todas lo podemos construir.
De noviazgo con Colombia: la primera cita
Esta primera sesión, servirá para desprevenir a muchas organizaciones. Algunas que concurrirán con la simple expectativa de ver ¿que sucede? durante estos cinco días. O tal vez, asistirán con el simple ánimo de firmar como asistentes-impulsores, pero sin jugarla a fondo por un legítimo referente de movilización y unidad popular.
Hay un compromiso. Sin duda. Una responsabilidad a asumir porque entre el 8-12 de octubre comienza una nueva fase para el Congreso de los Pueblos: la de un proceso que, tras su primer efecto de confianza de los sectores sociales en los próximos años, demandará al menos una década para traducirse en proyección colectiva y liderazgo de victoria.
Este tiempo-espacio–proceso no podrá hacerse realidad en todas sus potencialidades sin el compromiso, ojalá, de la mayor parte de los actores del movimiento social. Si hubo casi diez años entre la idea y su convocatoria, en este octubre, toma cuerpo la segunda fase de este proceso. Desarrollo la podríamos denominar.
Del 13 de octubre en adelante, con las conclusiones que arrojen las deliberaciones y sus compromisos derivados, es necesario instalar por todo el país: decenas de mesas de trabajo temáticas, territoriales, por sectores sociales, o similares. Mesas de intercambio, discusión, investigación, complementación, que con el paso del tiempo deberán estampar dos productos sustanciales: sistematización de agendas, experiencias y programas, con definición de las coincidencias, como también de las divergencias y metodologías para superarlas. Al mismo tiempo, la aplicación de unos planes de acción por departamento, municipio, barrio, sitio de trabajo, etcétera, que nos permita, por un lado profundizar el conocimiento entre los distintos actores, y por el otro, hacer realidad todo el cúmulo de alternativas que consignan infinidad de documentos y sus diagnósticos.
Sobre este último aspecto, es fundamental precisar que es un reto para todas las expresiones sociales del cambio, poner en ejercicio sus proyectos, confrontándolos con la realidad, concretando que las transformaciones de la sociedad –en lo micro y más allá– no se logran sólo por el camino del dominio del poder estatal. En un poner a flote, que en la acción diaria toman cuerpo distintas expresiones del poder. El llamado empoderamiento de los actores, los cuales por ese conducto se hacen sujetos de sus vidas, al tiempo que líderes de su sector social. Pero también, toma cuerpo otra economía, otra educación, otra salud y otra sociedad, posibles.
Una agenda de desarrollo y siembra que implica –para el logro de su mejor resultado– que se constituya una coordinación-dirección colectiva de este proceso. Una instancia con el carácter más amplio posible. Un referente en el cual estén representadas y construyendo, ojalá, todas las más disímiles experiencias con origen en la comunidad.
Al mismo tiempo, precisar la continuidad y contenido de las siguientes sesiones del Congreso de los pueblos. Sus próximas deliberaciones –es ideal– deberían funcionar cada tres o cuatro meses, puesto que las comisiones de trabajo en los distintos campos no aguantarían funcionar sin límite de tiempo para el intercambio nacional. Su labor es sentirse parte de un todo. Con entrega de resultados de su gestión en las sesiones permanentes del Congreso de los pueblos, que determinen una nueva altura en la iniciativa: legislar para la soberanía y la unidad nacional. Legislación que se hará norma allí donde cada movimiento social tenga suficiente presencia y legitimidad. Dar paso así a la dualidad de poderes, como propósito y como realidad.
Congreso de los pueblos: deliberando y accionando, pensando y legislando, diciendo y luchando, viviendo y transformando el presente y diseñando/propiciando otro futuro, el movimiento social colombiano trajina, paso a paso, para que la sociedad conozca y viva otra realidad. Esa misma en la cual transforma y cambia su vida aquí y ahora.
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