A pesar del encierro
Consumirnos en la desesperanza, la tristeza y la amargura es el primer gran logro que creen alcanzar los capataces del horror cuando reprimen, cuando violentan, cuando atormentan a cualquier espíritu libre que quiere volar con sus alas de justicia, utopía y dignidad. Ellos, los mensajeros de la muerte, los que por el afán del lucro, el consumo y la vanidad violan y asesinan niños, masacran pueblos, torturan y desaparecen campesinos, trabajadores y estudiantes, contaminan ríos, talan bosques, los que sin ningún reparo ni remordimiento oprimen el botón o dan la orden para que las bombas caigan sobre los hombres y los pueblos, como en Camboya, Vietnam, Hiroshima y Nagasaki.
No importa si la víctima es una, si son cientos, son miles o millones, lo importante es que unos cuantos miserables, criminales como ellos, disfruten el paraíso que se idealiza en Wall Street, ellos danzan al son de sus millones en el infinito vacío de la opulencia, llenan sus panzas en gula permanente, mientras no muy lejos, en Haití se consumen los hombres en el hambre (saciable) y las enfermedades prevenibles y curables, es la orgía de Tánatos como en la más prospera decadencia del antiguo Imperio Romano o el Sodoma y Gomorra de la tradición judeocristiana, es la Nueva Babilonia.
Su historia se hace con la muerte, el dolor y el llanto, Nuestra Historia se hace con la vida, el amor y la alegría, somos los hijos de Eros, que desde los cinturones de miseria de Bombay, Ciudad del Cabo, París, Belfast, las Favelas de Río, las parroquias de Caracas, las Comunas de Medellín, Agua Blanca y Ciudad Bolívar, nos resistimos a vivir la condena permanente a esta miseria.
No dejamos morir los sueños aunque sean muchos nuestros muertos, son semilla de esperanza, son razón de la Utopía, nuestros manjares son el humilde alimento que preparan las manos callosas, suaves y tullidas de las viudas de esta guerra, que a pesar de tanto sufrimiento no se alejan de la ternura de su pueblo, alimentan la esperanza amamantando a los extraños, frágiles y huérfanas criaturas, semillas de muerte vueltas a la vida, esa es nuestra orgía, con la Pacha Mama que cura lo incurable, en su natural y permanente armonía, sin buscar arrebatarle en el consumo la esencia de la vida, preservando las milenarias tradiciones del trabajo colectivo, en la Minga de las raíces sabias de todos nuestros pueblos, esperanza en la barbarie.
Su Tánatos hace de nuestro Eros prisionero de esta cárcel de barrotes invisibles, confundido y cómodamente engañado por la Babel de los Mass Media, aterrorizado por el permanente miedo a ser distinto, a ser nosotros, a ser los otros, prisión de frágiles muros y de muy débiles hombres que se consumen en el temor permanente a ser libres y aquellos que superan estos miedos son señalados con el dedo acusador de la mentira, son encerrados tras murallas y alambradas, electrocutados, torturados. Sin embargo en esos hombres y mujeres libres, en las mazmorras atrapados, la ignorancia huye despavorida pues todos los días vive “el horror del estudio y la lectura” que cimenta los principios, que consolida la conciencia y define la firmeza. En resumen, a pesar del encierro resisten con la ! sabia alegría que crece cuando ven y sienten que en ese afuera, la esperanza y la lucha cotidiana se mantienen.
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